En su novela «La lluvia amarilla» el escritor Julio Llamazares describe el tiempo como «una lluvia paciente y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos». Pero, dice, «hay hogueras que arden bajo la tierra, grietas de la memoria tan secas y profundas que ni siquiera el diluvio de la muerte bastaría tal vez para borrarlas». Y precisamente eso, huellas de la memoria, es lo que percibe el paseante cuando se adentra en los restos de la arquitectura popular de Vigo de Sanabria. Viviendas, muchas de ellas, que un día se cerraron a la prisa y no volvieron a abrirse. Miradores destartalados desde donde nadie mira ya, sillas abandonadas al otoño infinito, bicicletas sin veranos. Belleza, silencio e incertidumbre. Y el deseo de resistir a la lluvia, de seguir siendo memoria de lo que fuimos y somos, la raíz firme de un árbol que cimbrea.
































Fotografías realizadas en el otoño de 2021
Javier García Martín