Dice el filósofo Fernando Broncano en su libro Cultura es nombre de derrota (Editorial Delirio, 2018) que «cuando se siente el frío que llega de los poderes lejanos de los mercados, del estado, de la necesidad mecánica del poder, se vuelve al paisaje, a los vecinos, al lugar de pertenencia y lealtad». Hay hoy un interés creciente por lo local, una vuelta al paisaje, al medio rural al que la masa dio la espalda para rendirse a los postulados de una supuesta modernidad.
En ese camino de regreso -a veces físico, a veces vital- nos topamos con las huellas de otros, que lo transitaron con anterioridad. Cada uno con su historia y sus motivaciones. Porque no es este un movimiento organizado ni mucho menos masivo. Es la concatenación atemporal de historias que se conjugan con el verbo volver.
Navegando por los archivos fotográficos de Moreno y Ruiz Vernacci el navegante recala en la remota comarca zamorana de Aliste: un puñado de fotografías de obras del pintor Ricardo Segundo García (Madrid, 1903 – Zamora, 1983). Este pintor, indudable figura de la cultura zamorana del siglo XX, vivió también su particular vuelta. Nació en Madrid, pero sus primeros años discurrieron en Zamora, donde su abuela regentaba un pequeño comercio. A los catorce ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Realizó estancias en Segovia, Granada y Florencia. Tuvo estudio abierto en Madrid y, posteriormente, en Barcelona, donde también ejerció la docencia.

La biografía confeccionada por José Carlos Brasas Egido (Diputación de Zamora, 1993) presenta a un Ricardo Segundo que nunca se desvinculó de Zamora. Más bien al contrario. En los años 20 descubre las comarcas de Alba y Aliste, quedando fascinado por sus paisajes y sus gentes. Fascinación que le llevó a promover que la Escuela de Cerámica de Madrid organizase sus cursos de verano en Sejas de Aliste (1928) y Carbajales de Alba (1930). Desde entonces fueron frecuentes su visitas a Sejas, hasta que, en los años 60, decidió trasladarse de manera definitiva junto a su esposa, la pintora Margarita Pertejo, y sus hijos.

Aliste fue, por tanto, inspiración y reencuentro. La modernidad de volver al origen, a la que se refiere Beatriz Sánchez Valdelvira en el catálogo de la magnífica exposición de 2019 sobre el cuadro «El baile de la novia». En palabras del propio pintor: «aquí pude encontrar la paz, el paisaje, la luz y el recogimiento que tanto deseé en mis años jóvenes y aquí espero pintar mi último cuadro».
Agradezco a su hija Gloria G. Pertejo la información proporcionada para identificar las obras que aparecen en las fotografías de la Fototeca del IPCE. Algunas de las cuales comparto en esta entrada.







Javier García Martín
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