
Ahí, dentro
de la honda intimidad de la materia,
con su misterio y con su armonía,
entre la piedra, el mármol,
está el oficio que es el alma, vida,
en cada veta, en cada
temblor de la mano cuando crea.
Nos ilumina la verdad cercana
en la curva de la cintura, en
las espaldas resplandecientes, casi vegetales,
en los muslos tan suaves, sosegados,
o los cuellos tan solos:
todo el cuerpo vibrando, durando, madurando.
¿Cómo el temple del Duero?
Y en la maternidad, que es un cobijo,
es un arrimo, un nido:
salvación entrañada y no tan solo
rutina, interpretación.
La materia no es muda: en ella alienta,
al nivel de la talla,
la música interior
que está sonando ahora a través de la obra,
de la escultura limpia y traspasada
de verdad. Y yo oigo
como un destino de cosecha dentro
de cada escorzo;
y se respira un viento claro en cada
movimiento: en esa
curva, donde está la vida, donde
hay aventura, piedad, llana y abierta.
Ahí mismo,
en la clara inocencia, que es sabiduría,
en cada poro de la piedra: ahí mismo
toco, me salvo, quiero
la vida entera de Ramón Abrantes.
Claudio Rodríguez
«Poemas laterales»; Edición preparada por Luis García Jambrina
Fundación César Manrique